Jorge Luis García Pérez (Antúnez): «Tengo que volver a Miami a tratarme el fecaloma que tengo en la silla turca»

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En las afueras del Versailles, Antúnez conversa con uno de sus muchísimos seguidores.

 

Siempre es un inmenso placer para mí entrevistar a un guerrero. Yo sé que Osmel Souza, Julián Gil, Lupita Jones y Jomari dicen que las chicas de la Belleza Latina son unas guerreras (por lo cual pudiéramos pensar que el término se ha machacado con el uso dado en Univisión), pero no hay comparación… ¡este hombre sí que es un guerrero de verdad! Todavía recuerdo sus petates cuando ya en la ESBEC, y luego en el IPUEC (dónde estudiamos juntos) le daban un pan con un pase de mantequilla. ¿Se acuerdan de esos panes en los cuales la mantequilla pasaba «sin saber que pasaste»? Cada vez que eso le sucedía a Antúnez él formaba lo suyo. Sin dudas, la génesis de su espíritu de protesta, se incubó desde tan temprana edad. ¡Y por un par de gramos de mantequilla!

«Esto pa poder tragárselo tiene que resbalar«, me decía…

Luego su pensamiento fue evolucionando. La mantequilla pasó a un segundo plano. Entonces comenzó a cuestionarse su proceso de producción.

Y en esos vaivenes andaba, macheteando y en la construcción, hasta que me lo tropecé en la Electronuclear de Juraguá.

«Deja que esto arranque Siro; que voy a vender plutonio por todo Cienfuegos»

Y en la espera que arrancara lo que nunca arrancó, y de vender el plutonio que nunca llegó siquiera a 20 millas de las costas cienfuegueras, parece se fachó otra cosa para vender y por eso fue injustamente acusado de robo.

¿Por eso fue que caiste preso? le pregunté.

«No Siro, yo caigo preso por culpa del régimen, que vende unas cervezas en los carnavales que son una bomba. Un día, en una actividad cultural en la plaza de Placetas, me tomé unas 5 o 6 pergas de laguer Manacas y me transformé. Me subí a la tarima, cogí el micrófono y metí lo que metí. Me puse a improvisar que ni Cándido Fabré. La gracia me costó cara. Me mandaron sin candidez alguna pa dentro del tanque. Dentro de Kilo 8 aprendi que no se puede protestar por la comida, y que si se te cae el jabón dalo por perdido igual que la llave.

«También aprendí a no tocar ¡Y mucho menos a robarme lo ajeno! Mi pensamiento siguió evolucionando, Hace rato dejé de ser el muchachón que soñaba con estudiar derecho y desbancar a Calviño en la TV Cubana.

«No valió la pena estudiar tanto, mis notas no pasaron nunca de 90» me dijo ahora

En fín, que cuando lo conocí era un minino, luego era un cachorro. ¡Ahora es todo un león! No sé quién fue el que le puso «El León de Placetas», pero cuando me enteré, pensé que era porque seguía protestando por la jama. ¡Nunca podré olvidar las tres y cuatro bandejas que se comía de arroz con chícharo y troncho! ¡Y cómo le gustaba el queque! ¡Y con mantequilla!

«Me gusta sentir que resbale«, remató diciendo.

Así que no fue para mí ningún asombro encontrármelo en El Versailles, reclamándole a Serguei (un dependiente) que le trajera los panecillos con mantequilla.

Siro Cuartel: «¡León! ¿Aún sigues con tu jodedera con la mantequilla?

Antúnez: Siro … ¡tú nunca vas a entender mi lucha! El trauma que yo viví…. 

Siro: ¿En el Pre? Claro, ¿no recuerdas que estudiamos juntos?

Antúnez: No, ¡qué Pre de qué! Ya en prisión. En el tanque «la mantequilla» es trascendental. ¡Cómo duele no tener mantequilla! El producto lácteo en general era muy codiciado allá dentro. Y las ideas… hay que estar muy firme, Siro, para poder soportar los castigos del régimen.

Siro: Sí, mi hermano…. ¡Castro es del carajo!

Antúnez: No, yo digo el régimen carcelario… pero igual… bueno dime, ¿qué haces aquí?

Siro: Vine a entrevistarte… a verte, me enteré que estuviste enfermo; que te hicieron una colostomía… ¿por qué viniste tan lejos a hacerte eso? y… ¿cuanto te costó? ¿Por qué no aprovechaste y te lo hiciste en Cuba? ¡Allá es gratis!

Antúnez: Siro… yo no voy al Policlínico de Placetas ni aunque tenga un catarrito. Prefiero venir aquí, aunque caro, pero sé que saldré ileso. No te preocupes, manos amigas pagaron mi tratamiento. De hecho, el examen lo pagó un amigo común que tenemos.

Siro: ¿Carlos Curbelo? ¿Ileana, la que trabaja en Ross?

Antúnez: No, chico, ¡Jorge Ebro!

Siro: ¡Ese hombre tiene un corazón de oro! Yo sabía que tantos taxes que él paga algún día contribuirían a la libertad de su amada tierra. Ahora he olvidado si él era de Matanzas o de Colón… Hablando de Colón, ¿no fue una colonoscopía lo que te hicieron? ¿Por qué en el Nuevo Herald – donde escribe Jorge Ebro – dijeron que había sido una colostomía?

Antúnez: Ay, Siro, desde que Cancio se fue del Nuevo Herald, los errores de redacción ahí llueven. ¡Cómo ha cambiado todo en ese periódico! ¡Hasta los comunistas lo tienen infiltrado! A cada rato cuelan unos artículos ahí que vaya… pero para qué hablar de eso. ¿Has leído a Armengol? Yo le digo Atenolol, porque hay que tener un corazón bien fuerte pa soportar esas lecturas. Yo no sé cómo hay personas que hablan tanto de la Cuba actual si no viven allí. Yo por ejemplo, cuando hablo de Miami, hablo con potestad…

Siro: Háblame de tu tratamiento. ¿En qué consistió?

Antúnez: Primero me hicieron el tacto rectal. Bueno, primero estuve dos días con un psicólogo. No fue fácil para mí adaptarme a la idea… ¡tú sabes que yo soy un león! En los 17 años que estuve preso no me enfermé ni de una uña. ¡Aguanté como un caballo! Pero ya pasan los años. Luego, al tercer día vino el proctólogo. ¡Una maravilla ese doctor! ¡Tiene unas manos! ¡Ni las del rey Midas!  Yo pensé que iba a ser doloroso, pero no, fue todo lo contrario.  

Siro: Entonces todo te fue de maravillas… ¿o no?

Antúnez: Fue chocante al principio. ¿Puedes creer que en el Palmetto Hospital ese día se acabó la glicerina? Eso está lleno de cubanos ahí. Un día faltó la gasa; otro, no había torundas… por suerte nunca faltó la mantequilla.

Siro: Para tu alimentación…

Antúnez: No, … bueno, la alimentación fue otro problema. Estuve tantos días traumado con el tratamiento que me harían, que se me cerró el esófago. Entonces me tuvieron que alimentar por enema.

Siro: ¡Qué manoseo, mi hermano!

Antúnez: ¡Pero alimentación de la mejor calidad! Pan de baguette, Kellogs, ¡Nutella! ¡Todo justificado!

Siro: Y pasaban los días…. ¡y Ebro pagando!

Antúnez: El pobre… todavía tengo que volver a Miami; tengo que tratarme el fecaloma que tengo en la silla turca. O sea, en la base del cráneo. Pero ya cuando yo sea presidente de Cuba, Ebro será recompensado. Lo haré Director de «El Yate». Así pienso nombrar a mi órgano de prensa. Hablando de órganos… ¡por poco me jodo, Siro! ¡Qué irresponsabilidad la mía! Según me dijo el médico, todo fue por culpa de la huelga de hambre.

Siro: ¿La que ibas a hacer por la visita del Papa? ¿Por fin la hicieron?

Antúnez: ¡Sí, claro!

Siro: ¿Recibieron asesoramiento de «El Coco» Fariñas?

Antúnez: Coño Siro, no hay que ser tan estrictos que esto no es para joderse! Es para hacer paripé… además yo en esto tuve mi experiencia mientras estuve en prisión. En fin, tuvimos que agenciárnosla como pudimos. Mucho queso con dulce de guayaba. La Guayaba es buena para el estreñimiento. Te aguanta. Tanta guayaba comí, que terminó provocándome una oclusión intestinal.

Siro: ¿Y cuántos días duró la huelga?

Antúnez: Como tal, medio día. Mira, yo me di cuenta que por mucha hambre que pasáramos no lograríamos persuadir al Papa para que no fuera a Cuba, ni tampoco para que se reuniera con nosotros y mucho menos minimizar su visita. Entonces a eso de las 6 y media pm del mismo día que la iniciamos, le pedí al fotógrafo que tirara una foto, y acto seguido terminamos la huelga. Pero ya nos tenían rodeados… no pudimos salir de la casa, no pudimos ir a buscar los mandados… y tuvimos que seguir comiendo barra de guayaba con queso.

Siro: ¡Malditos represores! ¿Tú sabes lo que es no poder ir a la bodega y no poder comprar los productos que necesitas para alimentarte? ¿Cómo hiciste entonces?

Antúnez: Mandé a pedir un dinero por la Western Union. ¡Cinco mil dólares!

Siro: ¡Para los gastos de alimentación, claro! ¿ Y te llegaron?

Antúnez. Sí, por supuesto, pero cuando me llegaron (recuerda que yo vivo en Placetas) ya la huelga se había acabado. Entonces fui a la bodega a buscar los mandados. Luego fui a la shopping y compré cuatro boberías. Cuando llegué a la casa me di cuenta de que no tenía meseta donde poner lo que habia comprado, y que dentro del «lloviznao» apenas cabían 4 libritas de picadillo, así que cogí el dinero para hacerme una meseta y comprarme un refrigerador decente; de paso también me compré un fregadero de acero inoxidable. Ya luego, como me siguió sobrando dinero, seguí reparando toda la casa.

Siro: ¡Qué dinero más bien empleado compadre!

Antúnez: Cuando fui a Panamá me pagaron más, pero me salió más caro. Todavía tengo la quijá como adormecida Siro. Y me duele el coxis. No sé quién me habrá mandado a mí a patear las flores que le habían puesto al apóstol. Me dieron duro, Siro, y me tumbaron.

Siro: Coño Antúnez, tú sabes que yo tengo una duda… estuviste más de una década preso.

Antúnez: 17 años y 34 días hermano… sin contar el día que me escapé, eso nunca se dice, ahora la gente habla del Chapo Guzmán, pero yo me escapé primero que él… yo me inspiré en Papillón. ¿Te acuerdas? ¿Steve Mc Queen & Dustin Hoffman?

Siro: Sí… pero yo quería preguntarte otra cosa, ¿tú no aprendiste a fajarte en la prisión? Porque coño… ¡qué mal tú te fajas! Quedaste como una makinguara en el Parque Porras ese.

Antúnez: Estaba pasado de peso. No tenía la velocidad acostumbrada. Ni de piernas ni de brazos. Estaba como decirte… fuera de mi división. ¡Pero no salí corriendo como otros! ¡Pendejos! En cuanto «vieron» los primeros golpes, pusieron pies en polvorosa y se metieron dentro de la guaguita. O dentro de un taxi.

Siro: ¡Terrible! Oye, otro que cayó y besó el suelo fue Orlandito Gutierrez Boronat.

Antúnez: ¡Qué poco poder de asimilación tiene Orlandito en la mandíbula! Y peor poder de recuperación. Incomprensible ese papelazo que hizo con el chiquitico ese, que para peor deshonra suya, peleó con una sola mano.

Siro: A mi me recordó la pelea de Alexis Rubalcaba vs El Gordito de Tonga.

Antúnez: A mi me sonaron, ¡pero yo caí con las botas puestas!

Siro: No importa, compadre, ¡qué importa cuántas veces caíste! ¡Lo importante es que estás de pie! ¡Presto a la lucha! ¿Vas a seguir denunciando al régimen? ¿No piensas callarte? ¿Desde dónde piensas luchar? ¿Desde adentro o desde afuera? Es que… ¡viajas tanto!

Antúnez: Siro,  hermano,YO NI ME CALLO NI ME VOY. Bueno, voy y entro. Ya lo he dicho varias veces. Voy a seguir.

Siro: Pero primero…

Antúnez: Primero tengo que resolver este problema médico, que al parecer se genera por algún desorden asociado a un cierto tipo de «daltonismo». Una fobia al color verde.

Siro: ¡No puedo creerlo! ¿Tú? ¿Problemas con el verde? ¡Si tu te criaste casi que al lado de una vereda!

Antúnez: Es un desorden raro, porque a mí me gusta el campo, me gusta ver el verde… pero no puedo verlo en las ropas. Veo una ropa verde y me entran unas flojeras…. me recuerda esa etapa tan dura de mí vida, aquellos diecisiete años que jamás volverán…. en que odié el verde, pero amé el gris en los otros uniformes.

Siro: Y todo está tan gris…

Antúnez: Eso, apenas yo salga Presidente, será resuelto hermano. ¡Confía en mí! ¡Confía en la UNPACU!

Siro: ¡ACUNPAQUINQUIN, CUN! ¡ACUNPAQUINQUIN, CUN!

(y a ritmo de conga se terminó la entrevista)

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